Familias: para el momento de la
ocupación, generalmente se organizan por grupos de 8 o 30 familias, entre los
cuales convergen campesinos que vienen de diversos lugares, lo que permite que
en las reuniones pre y pos acción se trascienda la mirada localista, se amplíen
los temas de discusión y se impulse una dinámica participativa; estas familias
organizadas hacen las veces de líder para el resto de militantes, es decir, los
grupos de familias son la organización de base del MST, y debe procurarse que
esta misma lógica se mantenga en los asentamientos, por lo que todas las
familias deben formar parte de un grupo
de base y asumir alguna de las distintas tareas que se realizan en un
campamento, esto con fines organizativos, educativos y de generación de
conciencia colectiva. (Harnecker, 2002)
Profesionales:
algunos de ellos se vinculan como militantes, es decir, tienen un
compromiso directo con lo que respecta a la organización del movimiento, la
planificación de sus actividades e incluso la búsqueda de estrategias legales y
legitimas para afianzar las actuaciones del MST. Hay profesionales que no se
hacen militantes, pero mantienen una actitud dispuesta para cuando sea
necesaria su intervención o en el momento en el que se considere que su
conocimiento profesional puede ser de ayuda para la defensa o promoción del
movimiento. Se puede ver entonces la participación, ya sea o no desde la
militancia, de profesionales de diversas áreas, ciencias de la salud, ciencias
sociales, derecho, docentes
universitarios, sindicalistas, políticos, estudiantes universitarios
(profesionales en formación) (Harnecker, 2002).
Trabajadores
agrícolas: ellos son otra de las bases del movimiento, dado que la fortaleza del
mismo es el rescate de la tierra como espacio de labranza, la ocupación de las
familias no tendría un proceso de apropiación del espacio si en ellas no se
dieran los procesos agrícolas que luego se fortalecerán hasta ser procesos
productivos alternativos y autónomos respecto a las grandes firmas importadoras
y exportadoras de alimentos. En estos trabajadores esta la fuente de
alimentación y cuidado de los espacios conquistados como uno de los puntos
donde se unen las fuerza y las labores en pro del éxito del deseo de recuperar
la tierra. La agricultura es un conocimiento común en la mayoría de las
familias que luego conformaran los grupos para las ocupaciones, pero se
organizaran según las estrategias y perspectivas que tengan para sembrar y
cosechar (Harnecker, 2002).
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Mujeres: la participación de
las mujeres es limitada en las cooperativas y en la comunidad, no es que allá
hacia ellas un rechazo rotundo, pero hace falta enfatizar en la importancia de
contar con ellas en la decisión de que y como producir, y otorgarle los mismos
deberes y derechos que a los Hombres (Harnecker, 2002).
Jóvenes: Igual que la mujer
poseen una participación limitada, por lo que es necesario que se fortalezca
más el proceso de inclusión para ellos. Pero además de esto, otra situación
problemática respecto a la juventud es el impacto que genera sobre ellos la
vida de ciudad cuando van allí a culminar sus estudios, lo cual modifica su
forma de ver el mundo, de asumirlo y por ende los ideales respecto a la forma
como quieren vivir, lo cual generalmente termina aludiendo al desprecio por el
trabajo en el campo, así que cuando terminan sus estudios se mudan a la ciudad (Harnecker,
2002).
Militantes: su nivel académico
puede variar, algunos de ellos no han finalizado la educación primaria, otros
son profesionales e incluso jubilados que se han comprometido de lleno con el
movimiento, en todo caso, sus
conocimientos son tan diversos como sus lugares de procedencia. Uno de sus
principales labores es ejecutar las
mejores estrategias para presionar al Estado de manera que mejore las
condiciones de enseñanza, salud e incluso producción. Tienen una conciencia
clara en lo que respecta a la importancia de fortalecer el movimiento cada día
y para ello están dispuestos a entablar conversaciones y discusiones
fundamentadas que den cuenta del conjunto
de objetivos claros sobre los que se erige el movimiento; manejan con habilidad
las propuestas alternativas realizadas para el área de la salud, la vivienda,
la producción, la educación, la democracia e incluso la convivencia misma, por
tanto su contribución a la formación ideológica de los sin tierra es valiosa
(Harnecker, 2002).
Comunidad: con la vivencia
comunitaria se busca hacer comunes los recursos de cualquier índole con los que
se cuenta, lo cual impulsa a la distribución equitativa y al trabajo
cooperativo, mientras que se logra la lucha colectiva y con ello la
concientización de la importancia del bien común; de esta manera se logran
grandes aprendizajes que permean la vida profesional, laboral y personal, no
solo de los militantes, sino de todo aquel que tenga algún tipo de contacto con
el MST, se afronta y busca superar la
visión tradicionalmente individualista, y se empieza a construir tomando en
cuenta la diversidad de vivencias que se conjugan en la comunidad, lo que
permite la superación de barreras en cuanto a la discriminación por sexo, lugar
de origen o cualquier otra razón (Harnecker, 2002).
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